Cuando oyeron el primer trueno, los dos compañeros de Elias no pudieron evitar mirarle. Este no levantó la cabeza del documento que estaba leyendo, pero comenzó a tamborilear con sus dedos sobre la mesa. Los otros dos hombres se miraron entre ellos y siguieron trabajando. Oyeron un segundo trueno y escucharon a Elias suspirar.
- Oye ¿os apetece un café? yo voy a tomarme uno ¿os bajáis conmigo?
Elias no dijo nada.
- Yo si me tomaría uno ¿que dices tu? - dijo el otro hombre.
- Tengo que terminar esto.
- Venga, si van a ser treinta minutos.
Elias no contesto a eso. Siguió con la cabeza agachada. Volvieron a escuchar otro estruendo.
- ¿Visteis el partido de ayer? Que bien juega ese chico nuevo.
- Si, un genio, cada vez que coje la pelota... ¿tú que dices Elias? fue muy bueno
Dijo algo, pero no lo oyeron. La tormeta cada vez estaba mas cerca.
- ¿Como has dicho?
- Que no lo vi.
Los dos hombres vieron como empezaba a temblar ligeramente. Uno de ellos hizo como que se le caía un bolígrafo y se agachó a recogerlo. Elias estaba moviendo compulsivamente una de sus piernas.
- Creo que va a ser mejor que os vayáis a tomar ese café. Yo tengo que cosas que hacer. Ya lo sabéis.
- Pero Elias...
- Tranquilos - dijo interrumpiendo - voy a estar bien. Marchaos. Va a ser lo mejor para todos.
Los dos hombres se miraron. Uno de ellos se puso de pie y el otro le imito.
- Bueno, pues vamos a estar abajo si te apetece unirte.
Esperaron durante un instante. Nadie dijo nada. Pudieron oír el ruido de la lluvia golpeando los cristales. Uno de los hombres hizo un gesto con la cabeza al otro y los dos salieron de la oficina. Bajaron las escaleras hasta el portal. El estallido de un trueno les hizo detenerse en seco. Parecía que la tormenta estaba sobre ellos.
- ¿Crees que va a venir?
- No, no lo va a hacer.
- Entonces deberíamos volver. Antes de que sea tarde. Puede que le hagamos cambiar de opinión.
El otro hombre hizo un gesto con la cabeza y volvieron a subir las escaleras hasta el tercer piso. Abrieron la puerta de la oficina y no vieron a Elias. Sobre su mesa había un estuche de trompeta abierto y vacío. Los dos salieron apresuradamente y subieron los dos pisos que les separaban de la azotea. Encontraron la puerta abierta. Elias estaba en medio de la esplanada, tocando el instrumento. Tenia la camisa pegada al cuerpo y casi transparente debido al agua. Ninguno de los dos hombres cruzo la puerta.
- ¿Y esto hasta cuando va a durar?
- Hasta que supere lo de su mujer, o le parta un rayo como a ella.
- Oye ¿os apetece un café? yo voy a tomarme uno ¿os bajáis conmigo?
Elias no dijo nada.
- Yo si me tomaría uno ¿que dices tu? - dijo el otro hombre.
- Tengo que terminar esto.
- Venga, si van a ser treinta minutos.
Elias no contesto a eso. Siguió con la cabeza agachada. Volvieron a escuchar otro estruendo.
- ¿Visteis el partido de ayer? Que bien juega ese chico nuevo.
- Si, un genio, cada vez que coje la pelota... ¿tú que dices Elias? fue muy bueno
Dijo algo, pero no lo oyeron. La tormeta cada vez estaba mas cerca.
- ¿Como has dicho?
- Que no lo vi.
Los dos hombres vieron como empezaba a temblar ligeramente. Uno de ellos hizo como que se le caía un bolígrafo y se agachó a recogerlo. Elias estaba moviendo compulsivamente una de sus piernas.
- Creo que va a ser mejor que os vayáis a tomar ese café. Yo tengo que cosas que hacer. Ya lo sabéis.
- Pero Elias...
- Tranquilos - dijo interrumpiendo - voy a estar bien. Marchaos. Va a ser lo mejor para todos.
Los dos hombres se miraron. Uno de ellos se puso de pie y el otro le imito.
- Bueno, pues vamos a estar abajo si te apetece unirte.
Esperaron durante un instante. Nadie dijo nada. Pudieron oír el ruido de la lluvia golpeando los cristales. Uno de los hombres hizo un gesto con la cabeza al otro y los dos salieron de la oficina. Bajaron las escaleras hasta el portal. El estallido de un trueno les hizo detenerse en seco. Parecía que la tormenta estaba sobre ellos.
- ¿Crees que va a venir?
- No, no lo va a hacer.
- Entonces deberíamos volver. Antes de que sea tarde. Puede que le hagamos cambiar de opinión.
El otro hombre hizo un gesto con la cabeza y volvieron a subir las escaleras hasta el tercer piso. Abrieron la puerta de la oficina y no vieron a Elias. Sobre su mesa había un estuche de trompeta abierto y vacío. Los dos salieron apresuradamente y subieron los dos pisos que les separaban de la azotea. Encontraron la puerta abierta. Elias estaba en medio de la esplanada, tocando el instrumento. Tenia la camisa pegada al cuerpo y casi transparente debido al agua. Ninguno de los dos hombres cruzo la puerta.
- ¿Y esto hasta cuando va a durar?
- Hasta que supere lo de su mujer, o le parta un rayo como a ella.
Si leyera este texto en cualquier libro abierto al azar en una biblioteca o en una librería no me desentonaría ni me extrañaría...
ResponderEliminarcertero, nítido e intenso.
Muchisimas gracias, Don Javier. Llevo mas de cuatro meses trabajando en el. No ha sido nada sencillo. Agradezco tus palabras.
ResponderEliminarCuatro meses eh?
ResponderEliminarBonita imagen final!
He mirado cuando escribí la primera idea, y fué en enero, así no han sido 4 si no 9. Aunque entiendo que por la extensión, nadie lo diria.
ResponderEliminarLa verdad es que por mas borradores que escribí, no conseguia un tono con el que me sintiese a gusto.
Si quereis voy subiendo los otros borradores.
Sería interesante. Yo voy a aprovechar la idea que lanzas para subir lo último que he escrito, con dos finales distintos
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