domingo, 20 de febrero de 2011

Esperanza en una sala de espera

Esperanza Garcés I

Esperanza cerró la puerta de la sala de espera detrás de si y a continuación se sentó en una silla. Sacó su teléfono móvil y después de manipular durante unos segundos lo puso junto a su oreja.
- Oye, que no te he llamado antes por que no he podido. Si, estoy en el dentista ¿como lo sabes? Ya, por la música, si es horrible, no se por que siempre será la misma. Deberían poner la radio o algo mejor. Bueno, que nada tía, que luego te llamo cuando salga y nos tomamos algo si podemos.
Volvió a poner el teléfono en el bolso y acercó el brazo para cojer una revista del montón que había sobre la mesa.
- Lo que suena es Spanish Flea, de Herp Albert.
Esperanza levantó la cabeza. No tenia claro quien había hablado hasta que vio a un hombre que sentado en un rincón y en el que no había reparado hasta ese momento. Le miró, sonrió tímidamente, asintió la cabeza y abrió la revista que tenia en la mano.
- De hecho, es un músico cojonudo, pero se decidió a hacer este tipo de música, aunque como productor ha hecho cosas muy buenas. Si se hubiese dedicado al jazz, seria uno de los mas grandes. Ha vendido setenta y cinco millones de copias en todo el mundo.
Esperanza volvió a mirar al hombre. Tenia unos treinta y cinco años, barba poblada y pelo largo a la altura de los lóbulos. La sensación que tuvo Esperanza al verle por segunda vez es que no la gustaría compartir un ascensor con él.
- ah, muy bien - dijo con una sonrisa intencionadamente falsa.
- Siempre dices que te gusta la música, pero en el fondo no te importa una mierda. - contestó el tipo con otra sonrisa que, esta si, era autentica.
Los ojos de Esperanza se volvieron completamente redondos y su boca quedó entreabierta.
- Te has olvidado de mi ¿verdad? claro ha pasado mucho tiempo.
Esperanza frunció el ceño. - ¿Nos conocemos? - Preguntó al fin.
- Pues anda que no has compartido cosas conmigo, chica. En la universidad ¿te acuerdas? claro, que yo no tenia barba y siempre vestía con una camisita y unos pantalones chinos.
- ¿Estiven? Pero no me lo puedo creer ¿como estás? ¿que haces aquí?
- Pues ya ves - contestó Estiven - al dentista. ¿Y tú? ¿como estás?
- Pues muy bien. Vengo aquí a un tratamiento todas las semanas, pero hoy acabo. Oye, y que tal, después de que te diesen la beca no volvimos a saber de ti. ¿Has aprobado alguna oposición al final?
- No, que va. Lo intenté dos veces, y bueno, aprobé una para personal administrativo, pero acabé pidiendo una excedencia. ¿Y tú?
- Bueno, yo si, y muy bien. Tengo un nivel alto, claro que fueron muchos años estudiando.
Mientras Esperanza decía esto echó el cuerpo ligeramente hacia adelante y erectó su espalda. Las comisuras de los labios se estiraron hacia las orejas y comenzó a sentirse cómoda en su posición de ganadora. En ese momento por su cabeza pasó una idea: “así que de perdedor no solo tiene la pinta”.
- ¿Y no trabajas en ningún ministerio? - preguntó - ¿Y a que te dedicas?
- Pues es que eso de poner sellos a papeles no va conmigo. Y como me aburría y no ganaba demasiado, lo dejé. Abrí un bar de copas, y allí curro un montón pero me encanta. Y además tengo tres clínicas dentales más como esta. Con otros dos socios, claro. Oye, a ver si nos tomamos algo un día de estos.
- Pues yo ahora estoy libre, así que si quieres te espero y nos ponemos al día.
- Ahora tengo una reunión con los dentistas que trabajan aquí, pero va a ser poco tiempo. Si me esperas diez minutos, te invito a una copa. - Dijo Estiven mientras se ponía de pie.
- Claro - contestó ella.
En ese momento la puerta se abrió y entró el doctor Alcolea. “Estiven, pasa a mi despacho, en seguida estoy contigo”. Esperanza se levantó de la silla y se despidió de su amigo con un “hasta ahora”. El doctor entró en la sala de espera y cerró la puerta.
- Bueno, Esperanza, hoy es el último día que te veo por aquí. Espero que estés contenta. Bueno, dame dos besos.
Esperanza se acercó al dentista y este la cogió de la cintura, se dieron dos besos en la mejilla, y sin que ella se lo esperase, también recibió un beso en los labios.
- Bueno, si necesitas algo, ya sabes donde estoy - dijo él antes de salir.
En la soledad de la sala de espera, Esperanza buscó su teléfono móvil y después de tenerle un rato en la mano, hizo una llamada.
- Tía, no te vas a creer lo que me ha pasado.

Esperanza Garcés II



Esperanza cerró la puerta de la sala de espera detrás de si y a continuación se sentó en una silla. Sacó su teléfono móvil y después de manipular durante unos segundos lo puso junto a su oreja.
- Oye, que no te he llamado antes por que no he podido. Si, estoy en el dentista ¿como lo sabes? Ya, por la música, no se que serían las salas de espera sin Herp Albert. Y los ascensores, si. Bueno, que nada tía, que luego te llamo cuando salga y nos tomamos algo si podemos.
Volvió a poner el teléfono en el bolso y acercó el brazo para cojer una revista del montón que había sobre la mesa.
- No conozco muchas mujeres que conozcan a Herp Albert.
Esperanza levantó la cabeza. No tenia claro quien había hablado hasta que vio a un hombre que sentado en un rincón y en el que no había reparado hasta ese momento. Le miró, sonrió tímidamente, asintió la cabeza y abrió la revista que tenia en la mano.
- Es un músico cojonudo, pero se decidió a hacer este tipo de música, aunque como productor ha hecho cosas muy buenas. Si se hubiese dedicado al jazz, seria uno de los mas grandes.
Esperanza volvió a mirar al hombre. Tenia unos treinta y cinco años, barba poblada y pelo largo a la altura de los lóbulos. La sensación que tuvo Esperanza al verle por segunda vez es que no la gustaría compartir un ascensor con él.
- Si, es cierto - dijo con una sonrisa intencionadamente falsa.
- Veo que en eso no has cambiado nada. Tu colección de discos es una de las mejores que he visto - contestó el tipo con otra sonrisa que, esta si, era autentica.
Los ojos de Esperanza se volvieron completamente redondos y su boca quedó entreabierta.
- Te has olvidado de mi ¿verdad? claro ha pasado mucho tiempo.
Esperanza frunció el ceño. - ¿Nos conocemos? - Preguntó al fin.
- Pues anda que no has compartido cosas conmigo, chica. En la universidad ¿te acuerdas? claro, que yo no tenia barba y siempre vestía con una camisita y unos pantalones chinos.
- ¿Estiven? Pero no me lo puedo creer ¿como estás? ¿que haces aquí?
- Pues ya ves - contestó Estiven - al dentista. ¿Y tú? ¿como estás?
- Pues muy bien. Vengo aqui a un tratamiento todas las semanas, pero hoy acabo. Oye, y que tal, después de que te diesen la beca no volvimos a saber de ti. ¿Has aprobado alguna oposición al final?
- No, que va. Lo intenté dos veces, y bueno, aprové una para personal administrativo, pero acabé pidiendo una excedencia. ¿Y tú?
- Bueno, yo si, y muy bien. Tengo un nivel alto, claro que fueron muchos años estudiando.
Mientras Esperanza decia esto echó el cuerpo ligeramente hacia adelante y erectó su espalda. Las comisuras de los labios se estiraron hacia las orejas y comenzó a sentirse cómoda ante la presencia de un viejo amigo. En ese momento por su cabeza pasó una idea: “vaya, todos pensabamos que acabaria de subsecretario en algún ministerio”.
- ¿Y no trabajas en ningún sitio? - preguntó - ¿A que te dedicas?
- Pues es que eso de poner sellos a papeles no va conmigo. Y como me aburria y no ganaba demasiado, lo dejé. Abrí un bar de copas, y allí curro un montón pero me encanta. Y además tengo tres clínicas dentales más como esta. Con otros dos socios, claro. Oye, a ver si nos tomamos algo un día de estos.
- Iba a tomar algo con una amiga, si quieres venir te espero y nos ponemos al día.
- Ahora tengo una reunión con los dentistas que trabajan aquí, pero va a ser poco tiempo. Si me esperas diez minutos, nos tomamos una copa. - Dijo Estiven mientras se ponia de pie.
- Claro - contestó ella.
En ese momento la puerta se abrió y entró el doctor Alcolea. “Estiven, pasa a mi despacho, en seguida estoy contigo”. Esperanza se levantó de la silla y se despidió de su amigo con un “hasta ahora”. El doctor entró en la sala de espera y cerró la puerta.
- Bueno, Esperanza, hoy es el último dia que te veo por aqui. Espero que estés contenta. Bueno, dame dos besos.
Esperanza se acercó al dentista y este la cogió de la cintura, se dieron dos besos en la mejilla, y sin que ella se lo esperase, tambien recibió un beso en los labios.
- Bueno, si necesitas algo, ya sabes donde estoy - dijo él antes de salir.
En la soledad de la sala de espera, Esperanza buscó su telefono movil y despues de tenerle un rato ne la mano, hizo una llamada.
- Tia, no te vas a creer lo que me ha pasado.

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