viernes, 3 de junio de 2011

Ruptura

Apagó el cigarrillo aplastándolo contra la pared, en el retrato de Aznar que su jefe había hecho dibujar en la fachada del bar para que los clientes no tuvieran que tirar las colillas encendidas al suelo –estaba harto de las charlas de los barrenderos-, y entró de nuevo, para comprobar si su ya ex novia seguía llorando.

Estaba sentada en la misma mesa donde hacía diez minutos él había roto su relación de dos años con ella, de una manera confusa y por momentos casi sórdida.
Sin embargo ahora no podía verle la cara: estaba sentada de espaldas a la puerta del bar, donde había estado sentado él antes de levantarse, y había dejado libre el que ella misma había ocupado, justo enfrente.
No encontró el modo de darle un sentido a ese extraño movimiento, aunque intuyó que significaba mucho más de lo que parecía.

Quizá a causa del improvisado e inesperado cambio titubeó un instante, se acodó en la barra en lugar de regresar a la mesa y se quedó contemplando, seguramente por última vez, su cuerpo, el puerto que había sido todo ese tiempo.

Es posible que hubiera habido siempre ese aura indefinible que desprendía la complexión de su espalda y el contorno vibrante de sus brazos, pero era la primera que reparaba en él, y le abordó al percibirlo una nostalgia feroz, una abrumadora sensación de pérdida.

Parecía haber dejado de llorar, ya que su cabeza permanecía ahora totalmente inmóvil, dirigida firmemente hacia el frente.

En un movimiento suave de su brazo izquierdo colocó la mano en un lateral de la coronilla y desde allí, en un descenso cuya velocidad parecía calculada para atraer no inocentes miradas, recorrió la melena hasta su punta sur, en un gesto que a él le pareció indicio de una reconciliación consigo misma.
Desde luego no era el gesto de una mujer desesperada.

Le pidió con una mirada una nueva cerveza a su jefe pero éste, algo despectivamente, se la negó, ladeando la cabeza sin mirarle.

Se consideró despedido de allí, así que dejó un billete de cinco euros en la barra y caminó despacio hacia la salida, sin esperar a nada más.

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