Tenía que ser ya las tres de la mañana. El Cinco y yo caminábamos por la Gran Vía de Madrid hacia casa. Era una de esas noches de verano con un calor seco. De las que a todo el mundo le apetece estar en la calle, sobre todo un sábado.
Dos tipos se nos acercaron y nos preguntaron algo en francés. No entendimos nada de lo que nos decían, así que les vimos marcharse con cierta sensación de frustración.
El Cinco y yo continuamos caminando.
- Dicen que la mejor forma de aprender un idioma es durmiendo con alguien que lo hable. No estaría mal hablar francés- Me dijo como el que repite un discurso, supongo que para romper el silencio.
- ¿Lo dices por estos? Ya. Yo siempre he querido aprender francés, pero me da mucha pereza.
- Me estaba acordando de una francesa que había en la oficina. - hizo una pausa con la cabeza agachada, mirando al suelo, y las manos a la espalda - No era guapa, para que lo vamos a negar. Era rubia, con el pelo largo. Unos ojos azules acojonantes. Tetas como manzanas gordas, firmes y redondas. Sin embargo tenia un culo absolutamente desproporcionado para su cuerpo, y una nariz aguileña que la afeaba mucho. Aunque tenía ese acento que me volvía loco solo de oírlo.
- ¿Y que pasó? - me llamó la atención la descripción que había hecho de la mujer. El Cinco siempre era muy discreto con esas cosas.
- Nada. Cada semana me decía que algún día teniamos que salir a tomar algo, que estaba cansada de sus amigos en Madrid. Me decía que lo que la gustaba era salir, tomar cerveza, charlar. No se, cosas tranquilas de mujer tranquila. La apariencia que daba era de princesita, pero tenia una cara oculta. Como si fuesen dos mujeres distintas. Un día, durante la fiesta de Navidad de la empresa...
Un tipo de unos treinta años y con un aspecto muy sucio interrumpió la historia para pedirnos un cigarro. No se lo dimos. Habíamos llegado a la Puerta del Sol sin darnos cuenta. Las fuentes estaban llenas de gente sentada al rededor tomando el fresco. Este era el punto en el que teníamos que separarnos.
- Bueno, pues hasta mañana - dijo El Cinco.
- Cuéntame el final de la historia de la francesa, cabrón, no me dejes así.
- Te decía - comenzó, después de una breve pausa - que durante la cena de la empresa fuimos al váter a ponernos unos tiros. Cuando estábamos alli me dice que si alguien nos veía salir juntos pensarían que estaríamos follando. Dijo que eso acabaría con su reputación de niña buena, así que sin duda, lo mejor que podíamos hacer era follar. Si iba a perder su reputación que fuese por algo.
Los ojos de el Cinco estaban muy abiertos y movía mucho las manos mientras me contaba aquello.
- Y yo no me la follé. - Dijo con un suspiro - Pensé que estaba de broma. Y simplemente abrí la puerta y salí. Después de que dejase la oficina supe que ella nunca bromeaba con el sexo. Si quería follar lo decía. No se por que nunca la invité a salir. A tomar algo después de la oficina. No lo se. Y mira que me gustaba. Podría haberme acostado con aquella francesa y no la hice caso.
- ¿Y que piensas?¿Que ahora hablarías francés si lo hubieses hecho? - aquello me salió en tono burlón, aunque intentaba que fuesen palabras de consuelo.
El Cinco me miró a la cara y me dijo algo con franqueza y seriedad.
- No. Pero al menos me hubiese follado a una francesa.
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