lunes, 28 de noviembre de 2011

Fúmate uno

Una tarde de otoño recibí una llamada de Oso.  Quería que le acompañase a un recado.  Me dijo que llevase el coche.
Me hizo conducir hasta un barrio bien a las afueras de Madrid.  Uno de esos barrios nuevos con avenidas de dos carriles y sin una sola panadería donde se han mudado familias con algo de dinero.  Estuvimos buscando una calle durante un buen rato.  Era casi la una de la noche y no había nadie a quien preguntar.  Cuando la encontramos, me indicó  que aparcase.  No nos bajamos del coche.  Dijo que tendríamos que esperar un rato.  En mi cabeza aún tenía metido el problema que tuvimos en el almacén, hacía ya un par de meses.
- Oso, no se te ocurra encender uno de esos puros dentro de mi coche, que luego huele fatal - le dije cuando le vi sacar un habano del tamaño del brazo de un bebe.  
- Hermoso, no son mis puros.  Tu coche coche ya apesta sin mi ayuda.
- Pues si te parece apestoso, no me llames -  Mientras decía esto él le quitaba la vitola a su cigarro.
- ¿Quieres uno?
- No, gracias.  Mi padre fuma puros.  Y siempre dice que no hay que quitarles la vitola, así que no creo que sepas mucho de esto.  Si te viese quitarle la vitola a un Cohiba como ese, te diría algo.
- ¿Si? vaya, hombre ¿y por que dice tu padre que no le puedo quitar este papel de un puro? - dijo mientras levantaba en alto la insignia roja y dorada.
- Pues por que a veces no las pegan bien, la cola se sale y se pega al cigarro, y si lo arrancas, puedes romper la capa de fuera y te lo cargas.
Oso se quedó mirandome un momento, encendió el puro, se recostó en el asiento del coche y empezó a fumar en silencio.  Estuvimos así una media hora.  Después apareció un tipo que venía caminando.
- Aquí está.  Estate atento.  No te bajes del coche a menos que la cosa se ponga fea.
A la vez que me decía esto, se ponía unos guantes de cuero que había sacado de un bolsillo de la chaqueta y que parecían muy ajustados, pero que ya estaban muy adaptados a la forma de sus manos y de sus nudillos.  Cuando el tipo que venía caminando llegó a la altura  del coche, Oso abrió la puerta y salió.  Pude ver la cara del otro.  Su cara, al vernos, se transformó en una mueca de terror.  Oso le dió un primer puñetazo en la nariz antes de decir nada.  El tipo dió dos pasos hacia atrás y Oso le agarró de la solapa de la americana para que no callese al suelo.  Luego le volvió a golpear en la cara y esta vez si le dejó caer.  Una vez en el suelo le dio una patada en el estomago, luego se agachó, le dijo algo y le echó una bocanada de humo del puro que no había soltado de entre sus labios.  Arranqué el motor antes de que Oso volviese a entrar, y cuando lo hizo, nos fuimos de allí con tranquilidad.
Iba conduciendo de vuelta al centro de Madrid cuando Oso me enseñó el puro que estaba intacto a pesar de la pelea.
- ¿Sigue tu padre fumando puros? - me preguntó.
- Si.
- Pues dile una cosa.  Si me gasto quince euros en un puro, a nadie mas que a mi le importa lo que estoy fumando. Les quito la vitola igual que les quito la etiqueta a mis trajes.  Hace falta el trabajo de mucha gente para hacer uno de estos.  Y si el que pega el puto papelito es tan idiota que no sabe hacerlo bien, o lo hace mal por descuido, entonces me está faltando al respeto a mi y todos los que han trabajado en esto.  Así que si un puro se rompe por eso, no merece ser fumado. ¿Has entendido?
- Si. Ahora si.
Aquella fué la primera vez que Oso y yo nos sentamos a fumar juntos.



3 comentarios:

  1. Bueno de verdad. Duro, seco, contundente.
    En especial, este texto me parece especialmente logrado:
    ¿Si? vaya, hombre ¿y por que dice tu padre que no le puedo quitar este papel de un puro? - dijo mientras levantaba en alto la insignia roja y dorada.
    Al leer esta réplica, no puedo evitar imaginarme la expresión de ruda ironía del personaje...
    Además, casi siempre aprendo algo práctico de tus relatos

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  2. Gracias, Javier. La verdad es que casi puedo decir lo mismo de los tuyos.

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  3. Por ejemplo, y en este caso concreto, no sabía que no es aconsejable quitarle la vitola a un puro.
    Me parece un buen arma literaria poner en boca de un personaje información de ese tipo, que no todo el mundo sabe, creo que contribuye a amenizar y darle credibilidad al relato

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