Ahmed estaba contento. Su negocio iba cada vez mejor. Desde que volvió de Madrid sus ingresos no paraban de crecer. Que lejos había quedado la gran ciudad. Ahora en la plaza Jamaa el Fnà en su Marrakech, su Marrakech natal, había instalado su pequeño puesto. Su abuelo estaría orgullosos de el! Un rótulo le bastaba para que cada noche miles de paisanos se amotinaran a su alrededor. “Vendo almas” rezaba el cartel rojo iluminado instalado allí, en mitad de la oscuridad.
Esa noche la plaza hervía. Hacia buen tiempo y todos los moradores y turistas de la ciudad estaban allí. Unos paseando, otros hablando, otros mirando y alguno comprando. Allí se podía encontrar de todo: sueños, cuentos, músicas olvidadas, recetas mágicas, serpientes encantadas y desde hacía un mes almas. Almas traídas de la viaja Europa y que te hacían mas fácil la entrada al mas allá. Almas baratas, almas blancas, almas negras, almas para todos los gustos.
A media noche se acercó un turista curioso. Sin mirarle a la cara ojeó el álbum, pasó las hojas una a una observándolas divertido pero cuando llevaba unos minutos manoseándolo, levanto la mirada y con ojos inquisitorios le dijo:
-¿Combiem monsieur?
-Cincuenta dirhams señor
-Habla usted español
-Si señor, yo saber un poco
-Ya veo ya, y esto ¿que significa?
-Almas, señor, almas entrada paraíso, señor, pero no interesar, usted no creer almas
-Si, si me interesa…!no me lo puedo creer!
-Cincuenta dirhams señor…pero no…
-Pero nada! este soy yo!¿pero que coño hago yo aquí?
-¿Como dice señor? no comprendo
-¡Que este de aquí soy yo!
-Usted no, no usted no, alma, alma para paraíso
-Pero que ¡soy yo!
En ese momento Ahmed comprendió lo que estaba pasando. Entendía perfectamente el español y la situación. Era el, si podía ser que fuera una de sus victimas. Y ¿qué podía decir en ese momento? Ahmed se quedó callado, mirándole sin saber que decir ni que hacer. Comenzó a inquietarse, a sentirse incomodo, a sudar, a pasarse la mano por el pelo.
-Cincuenta dirhams señor
-¡No puedo creerlo! Estas vendiendo fotos, fotos de gente desconocida, fotos que has robado…pero…espera ¡ya esta! ¡Eres el ladrón del fotomatón! ¡Eres tu! ¡el del periódico!
-Cincuenta dirhams señor
Ahmed sudaba, retorcía sus manos, sus pensamientos se amontonaban en su cabeza, nunca había pensado que esto pudiera ocurrir. No, no lo había calculado, por lo menos estaba en su país. Nada podía pasarle. Comenzó a mirar a uno y otro lado. Vio a la policía al fondo de la plaza -tranquilo Ahmed, no puede pasar nada, no has hecho nada malo. Son solo unas fotos, eso no es un delito- Tragó saliva, se volvió a tocar el pelo y volvió a decir:
- 50 dirhams señor, salvación alma
- ¿Como? ¿Me estas diciendo que me quieres vender mi propia foto, que me has robado por 50 dirhams?
- La prisa mata señor, yo no tener prisa…45 dirhams, señor y no hablar mas.
En su cabeza comenzaron a pasar imágenes, imágenes del pasado, de sus comienzos como ladrón de almas.
Una tarde de vagar de un sitio a otro, pensando en los suyos, pensando en el abuelo y el alma, años oyendo esa canción: -no dejes que un turista te haga una fotografía, se llevará tu alma- parecía que le estaba oyendo- El alma, Ahmed, el alma, lo único que nos quedará en el paraíso, ¡consérvala siempre! - cuando de repente allí en la estación de Sol, apareció la maquina gigante que decía: “fotos en 5 minutos”. Alucinado, corrió la cortinilla, miró dentro, observó la silla móvil para acomodarse, el objetivo, la ranura que pedía euros, fotos y mas fotos, e impulsado, sin saber muy bien porqué, metió un par de monedas y esperó.
Zas! Un fogonazo deslumbró sus ojos. Esperó. No salía nada pero una voz le dijo:
- Sus fotos estarán en 3 minutos, por favor espere. Gracias
Salió inquieto sin saber que iba a encontrarse. Y por arte de magia allí apareció su cara repetida ocho veces. Las miró, se las acerco mas, se las llevo al corazón, volvió a mirarlas.
- ¡El alma, el alma, abuelo, abuelo, tengo mi alma!- y ¿ahora que hago? ¿Y si la pierdo? No, ¡no! ¡Por Alá!, ¡no! Se guardo las fotos nervioso en el bolsillo interior de su chaqueta y entonces se le ocurrió.
Almas, si almas, puede ser un buen negocio. Venderlas, en Marruecos, ¡si!, triunfaría la idea…muchas almas si…podría venderlas bien baratas…y ¿que pensaría el abuelo de esto? El se fue al paraíso solo con su alma pero si hubiera tenido la oportunidad se hubiera llevado otras para salvarlas también, ¡estaba seguro! ¡Que Alá le tenga en su gloria! Y entonces esperó delante de la gran maquina.
Su primera víctima le costó unos gritos y una carrera por las escaleras. Un chico alto, de aspecto cuidado se deslizó tras la cortina negra. Ahmed espero al lado, paciente, en tres minutos, allí estaba su alma perdida, sin dudarlo, la cogió y echo a correr. Tras él salio el chico que le había visto de refilón
- Eh! ¡Tú, dame eso! ¡Es mío! ¡Son mis fotos!
Fue inútil Ahmed era rápido
-¡Abuelo! ¡Ya tengo una!- fue lo primero que pensó la llegar arriba.
Y así dio comienzo su periplo de estación en estación, día tras día. Había días buenos, días malos, días en los que conseguía hasta veinte victimas y otros ninguna.
Tres meses después vio la noticia en un periódico “El ladrón del fotomatón”. Entonces, cuando además sus problemas con inmigración comenzaban a aumentar, decidió volver a Marruecos con su maleta repleta de almas. En Madrid dejó a Alí, su socio desde que le inició en el oficio. Este se encargaría de abastecer el negocio en el futuro.
--¡Eh, eh! ¡Oye! ¿Te has quedado atontado? Te estoy diciendo que soy yo, que se quien eres, y que me voy a llevar esto porque es mío
Ahmed reaccionó:
-Señor, perdón, estaba lejos! Cuarenta dirhams y tuyo
-No, no has entendido…nada
-Marroquí bueno, almas buena, marroquí negociar…treinta dirhams
-¿Pero que te has creído amigo? Es mío, voy a ..
-No enfadar Ahmed bueno, ¿veinte dirhams?
-Me la llevo ¡Me pertenece!
Sus dedos rompieron el plástico con rabia y salió corriendo con las fotos.
Ahmed que continuaba sudando y con el corazón acelerado sopesó la situación , ¡Maldito español! ¡Se lleva un alma para tirarla seguro!!No la quiere para nada!
-Ahmed ¡tu puedes salvarle! oía al abuelo decirle en su cabeza.
Entonces sin pensarlo más gritó:- ¡Me ha robado! ¡El español me ha robado! ¡Atrapadle!
En un minuto la plaza se le echo encima y cuando estaba reducido en el suelo Ahmed se acerco, y le dijo:
- Amigo, Ahmed bueno, voy a salvar tu alma por cincuenta dirhams. Toma el dinero y devuelve la foto.
Sin poder moverse y sin mas opción cedió y le dio el papel satinado, permaneciendo en el suelo mientras miles de ojos le observaban.
Ahmed la guardó junto a la suya y prometió llevársela a Alá el día que le llamara .La había comparado por cincuenta dirhams. Estaba perdonado.
¡Vendo almas, vendo almas! se volvió a escuchar después de media hora en la plaza Jamaa el Fná.
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