Recordé de repente y tras el impacto, que un día escuché contar, que las estrellas fugaces de la noche son ideas que presurosas acuden a la llamada de un escritor, para dibujar con su estela los renglones de una hoja por donde ha de deslizarse el lápiz de la inspiración y transformarse así en palabras.
También oí algún día decir que en el cielo hay un café muy famoso, donde todos los días, a la hora del ángelus, se juntan tus escritores favoritos y que ya nos dejaron, para relatar historias o inventarse personajes que a la postre ellos mismos lanzan al espacio para provecho de quienes frente a una hoja en blanco repetidamente lo sigue intentando.
—Adelante, pase usted, le estaba esperando. —Me dijo un hombre bajito y de bigote a la puerta de aquel concurrido lugar.
—Estaba muy grave en un hospital y ahora no sé donde me encuentro—le conté— necesito hablar con alguien.
Tranquilizándome, nos sentamos en una mesa y encendió un cigarrillo.
—Gracias por el fuego —me dijo.
—Pero si es usted Mario Benedetti —le contesté sorprendido.
—Bienvenido lector, yo ahora se lo explico.
Julio Rodríguez Díaz
www.relatosyotraspasiones.com
Muy interesante. Me gusta la imagen de todos los autores favoritos juntos. En mi café estarían Chester Himes, Raymond Chandler, Charles Bukowski, Boris Vian y Garcia Pavón. De vez en cuando se pasaria por ahi Jack Kerouac, pero no mucho. Solo espero que en ese cafe haya mucho alcohol, alguna mujer y una trompeta o mi grupo de pendencieros se iba a aburrir mucho.
ResponderEliminarLuis, ese lugar va a estar muy concurrido.
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