La puerta la abre una mujer de unos treinta años rodeada de una impresionante melena pelirroja brillante. “¿Mamen? Hola, soy el amigo de Coke” digo con mi mejor sonrisa. Me invita a pasar amablemente a su casa. “Coke llegará tarde, pero estas en tu casa ¿quieres beber algo? yo voy a tomar un cosmopolitan”. Se lo agradezco y me siento en un cómodo pero pequeño sofá de su apartamento. Cuando se dirige a la cocina veo que viste con una falda negra de tubo por la rodilla, unas medias negras con costura, una camisa de hombre y un chaleco de lana gris.
- Perdona, no me he quitado los zapatos al entrar - digo al ver que va descalza.
Se mira a los pies y sonríe, abre un armario y saca unos zapatos de charol rojos, planos. Se disculpa y dice que con las prisas se olvidó calzarse.
Puedo verla preparando los cocktail detrás de la barra de la cocina americana y la ofrezco mi ayuda. Ella hace la mezcla y yo agito la cocktelera. Me siento de nuevo en el sofá con una copa en la mano mientras ella pone un vinilo de Credence Clearwater Revival.
Se sienta a mi lado y comenzamos a charlar primero sobre amigos comunes, después sobre rock de los años 60. Hacemos un par de bromas sobre músicos muertos. Su risa es agradable. A pesar de que estoy en la casa de una desconocida me siento cómodo. Todo está limpio y bien recogido, no hay nada fuera de su sitio.
Me fijo en un cuadro sobre la pared. Dice que es un Warhol autentico que consiguió en una subasta en Londres con el dinero que había ahorrado para un coche.
Suena el timbre. Es Coke. Entra dando risotadas y saludando efusivamente. Mamen le ofrece un cosmopolitan.
- Que es ¿la cosa esa rosa que estais bebiendo?. Déjate de mariconadas y ponme un vodka con hielo. Joder, que limpio lo tienes todo. Un día tienes que venirte a casa y me la limpias. La casa, digo. Anda, ¿y esa mierda de cuadro? Pensaba que una chica como tú tendría mejor gusto.
Los dos ríen la primera gracia. Lo segundo lo dice en serio, aunque puede que lo primero también.
Durante la cena Coke cuenta un chiste sobre la polla mas grande del mundo. A los postres cuenta otro sobre la mayor mierda. Entre plato y plato enciende un cigarro sin pedir permiso echando la ceniza en una copa vacía.
Me despido con el último sorbo de té verde servido en un juego de porcelana japonés, creo que prefiero dejarlos disfrutando de la noche a ellos solos.
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